martes, marzo 01, 2005

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Los monos confunden al gato Féliz con Tarzán, Popeye devora sus latas infalibles, Berta Singerman gime versos en el Teatro Solís, la gran tijera de Geniol corta los resfríos, de un momento al otro Mussolini va a invadir Etiopía, se concentra la flota británica en el canal de Suez. Página tras página, día tras día, el año 1935 va desfilando a los ojos del Pepe Barrientos, en la Biblioteca Nacional. El Pepe está buscando no sé qué dato en la colección del diario Uruguay, el estreno de un tango o el bautismo de una calle o algo así, y todo el tiempo siente que ésta no es la primera vez, siente que ya ha visto lo que ahora está viendo, que ya ha pasado por aquí, antes ha pasado por aquí, por estas páginas, el cine Ariel estrena una de Ginger Rogers, en el Artigas baila y canta la pequeña Shirley Temple, una franela mojada en Untisal cura el dolor de la garganta, arde un navío a ciento cincuenta millas de estas costas de Montevideo, una bailarina de dudosa reputación amanece asesinada, Mussolini pronuncia su ultimátum. ¡Guerra! ¡Ya viene la guerra!, clama un título enorme. Sí, el Pepe lo ha visto. Si, sí: esa foto, el arquero en plena paloma atravesando la página, el pelotazo del vasco Cea doblándole las manos, esas letras: quizás en la infancia, piensa. Se sorprende de tan largo viaje de la memoria: en 1935, hace más de medio siglo, él tenía seis años. Y entonces, de pronto, el miedo lo toca, las uñas heladas del miedo le rozan la nuca, y él tiene la certeza de que debe irse, y tiene la certeza de que va a quedarse. Así que sigue. Podría cambiar de diario, o de año, o simplemente podría echarse a caminar hacia la puerta de salida, pero sigue. El Pepe sigue, llamado, no puede irse, no puede detenerse, y gana Peñarol, con Gestido de gran figura, y ya se ha firmado la paz entre Paraguay y Bolivia pero no termina de resolverse el problema de los prisioneros, y una tormenta hunde barcos en el canal de la Mancha, y cae el asesino de la bailarina, que resultó ser su amante y que llevaba ocho centésimos en el bolsillo en el momento de su detención, y el remedio de Himrod está garantizado contra el asma, y súbitamente la mano del Pepe, que acaba de volver la página, se paraliza, y una foto le golpea la cara: una foto a seis columnas, el camión volcado y reventado, la inmensa foto del camión, y alrededor del camión un enjambre de curiosos mirando al fotógrafo, mirando al Pepe que mira a los curiosos, que no los ve: el Pepe con los ojos ciegos de lágrimas ante la foto del camión donde muere su padre, aplastado por un choque espectacular que conmueve al barrio de La Teja, en Montevideo, al mediodía del 18 de Septiembre de 1935.
El Libro de los Abrazos

2 comentarios:

  1. Uhhh, al principio me había asustado, con eso de Mussolini y el Pepe (había leído PP). Interesante. Me daré una vuelta por aquí.

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  2. ¡Que gran descubrimiento!, saludos. Un abrazo muy fuerte para Pepe y otro para Vos. Me ha gustado especialmente su texto.

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