jueves, diciembre 29, 2005

Leyenda del verdadero amigo

Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron. El otro, ofendido y sin nada que decir, escribió en la arena: HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO. Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra: HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA.
Intrigado, el amigo preguntó:
-¿Por qué después que te lastimé escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro amigo respondió:
-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.

viernes, diciembre 23, 2005

'Las tres gotas de agua' [Coelho Netto]

El Alba pasó una mañana cerca de una camelia y oyó pronunciar su nombre por tres gotas cristalinas. Se aproximó; luego posándose en el corazón de la flor, preguntó cariñosa:
-¿Qué desean de mí, gotas brillantes?
-¿Que vengas a decidir una cuestión -dijo la primera-. Somos tres gotas diferentes reunidas en diversos puntos. Queremos que digas cuál de nosotras vale más y cual es la más pura.
-Acepto; habla tú, gota brillante.
Y la primera gota trémula habló así:
-Yo vengo de las altas nubes; soy hija de los grandes mares; nací en el ancho océano. Después de andar por mil borrascas, una nube me absorbió. Fui a las alturas, donde brillan las estrellas, y de allá, rodando entre rayos, caí en la flor en la que descanso ahora. Yo represento al océano. -Habla tú, gota brillante -dijo el Alba a la segunda.
-Yo soy el rocío que tiembla sobre los lirios; soy hermana de la Luna; soy hermana de las tinieblas que se forman en cuanto llega la noche. Yo represento al amanecer del día. -¿Y tú? -Preguntó el Alba a la más pequeña.
-Yo nada valgo.
-Habla: ¿de donde vienes?
-De los ojos de una madre. Soy una lágrima.
-Esta es la de más valor, es la más pura.
-Pero yo fui océano...
-¡Yo atmósfera!
-Sí, trémulas gotas; mas esta fue corazón...
Y el Alba desapareció por la región azul, llevando a la gota humilde.

jueves, diciembre 22, 2005

'Rojo sobre Negro' [Aute]

Rojo sobre negro,
una rosa roja se cayó sobre el asfalto y después llovió. Fui a recogerla, el viento sopló; corrí detrás de ella y desapareció.
Rojo sobre negro, tus labios en la oscuridad, llamas que se encienden para iluminar. Me acerqué a besarlos buscando el placer, maldije aquellos labios cuando me quemé.
Rojo sobre negro, sangre que tiñe el barrizal, alma de un soldado que no sufre más. No pidió la guerra, no quiso morir,
¡Cielos, cuánta mierda para sobrevivir!

miércoles, diciembre 14, 2005

'El Otro Yo' [Mario Benedetti]

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las cicatrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Éste no dijo nada, pero a la mañama siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento le reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.