jueves, septiembre 18, 2008

El undécimo mandamiento. La inmortalidad. Milan Kundera.

"Dime la verdad", dice el periodista y nosotros naturalmente podemos preguntar cuál es el contenido de la palabra verdad para aquel que administra la institución del undécimo mandamiento. Para que no haya confusiones, subrayamos que no se trata de la verdad divina por la que murió en la hoguera Jan Hus, ni de la verdad de la ciencia y el libre pensamiento, por la que quemaron a Giordano Bruno. La verdad que corresponde al undécimo mandamiento no se refiere ni a la fe ni al pensamiento, es una verdad de la planta baja de la ontología, la verdad puramente positivista de los hechos:
qué hizo ayer C; qué es lo que de verdad piensa en lo más profundo de su alma; de qué habla cuando se reúne con B; y ¿mantiene relaciones íntimas con B?
No obstante, aunque esté en la planta baja de la ontología, es la verdad de nuestra época y tiene la misma fuerza explosiva que en otros tiempos tuvieron la verdad de Hus o la de Giordano Bruno. "¿Ha tenido relaciones íntimas con B?", pregunta el periodista. C miente y dice que no conoce a B. Pero el periodista sonríe en silencio porque un fotógrafo de su periodico hace ya tiempo que fotografió secretamente a B, desnuda, en brazos de C y sólo de él depende cuándo será público el escándalo, incluidas las frases del mentiroso C cuando afirma con cobardía y descaro que no conoce a B.

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