Saliendo temprano
caliento los techos,
doy luz a las sombras
y al gallo sus ecos.
Los niños me ponen
en lupas y espejos,
y juegan conmigo
con fuego y reflejos.
De pronto una nube
que viene de lejos
me esconde de todos
y se hace el silencio.
No importa, amiguitos,
es sólo el intento,
de hacerles guiñadas
desde el alto cielo.
Éste es un poema para niños.
ResponderEliminarMe parece tan tierno que merece un hueco en esta casa de las palabras :)
Por un momento imaginemos un mundo sin sol... Merece pues este poema y mil más.
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